jueves, 22 de mayo de 2014

Hipermediatización: prácticas performativas y cambios estructurales en la construcción de las constelaciones e I-dentidades hipermediales


Jorge Alberto Hidalgo Toledo

Resumen
En los hipermedios, fluyen los lenguajes, se mezclan y surgen nuevos; se resignifica el mundo; se construyen nuevos mitos fundacionales; se adaptan artefactos; se construyen monumentos, templos… se alzan civilizaciones. Hoy nos encontramos insertos en una mediósfera; en un territorio existencial plagado de medios. Despertamos con ellos, vivimos entre ellos, fluimos por ellos. La vida se ha vuelto un hipercomplejo sistema de mediaciones, de codificación y búsqueda de sentido a través de procesos discursivos, comunicacionales. En esa mediópolis se ubica el hombre contemporáneo; en ese nuevo horizonte, las personas intentan encontrar su lugar en el mundo, ser en el mundo.
La comunicación se ha vuelto la onda expansiva, la revolución simbólica que ha llevado al hombre a construir hábitats de significación. En esa ecología mediática el hombre ya no es el mismo. Su interacción con la realidad se ha tornado hipercompleja. Con los medios y desde los medios, establece nuevos procesos de percepción, cognición, memorización, realización… Hoy estamos ante un Homo Signis Digitalis, un sujeto significante, referencial, simbólico que nutre su ser a través de interacciones mediadas que fluyen de los entornos físicos a los virtuales. Esta interacción del mundo a través de interfaces comunicativas ha generado transformaciones económicas, políticas, culturales, sociales e incluso espirituales. Por tanto, se vuelve vital replantear cuestionamientos básicos de orden antropológico para entender la condición humana en el entorno digital. ¿Cómo se presenta este nuevo sujeto ante los otros en un mundo hipermedial?, ¿qué tipo de interacciones establece con el mundo y con los otros a través de estas interfaces culturales que son los medios?, ¿cómo se construye la identidad en un entorno hipermedial?, son algunas de las preguntas que circulan a lo largo de este trabajo de investigación
Palabras claves: identidad, identidad mediática, nuevos medios, mediatización, hipermediaciones.
HIPERMEDIATIZACIÓN: PRÁCTICAS PERFORMATIVAS Y CAMBIOS ESTRUCTURALES EN LA CONSTRUCCIÓN DE LAS CONSTELACIONES E   
I-DENTIDADES HIPERMEDIALES
Jorge Alberto Hidalgo Toledo*

Introducción
"Mis hijos y sus amigos (adolescentes todos) utilizan los medios para informarse
(no consultan enciclopedias en papel nunca), hacer la tarea, ponerse de acuerdo con los compañeros (ya no llaman por teléfono, todo es vía Skype, Facebook, Whatsapp),
juegan en solitario o en partidas online, piden permiso, ven películas o series, escuchan música, estudian, hacen exámenes rápidos, el mayor platica con la novia,
socializan, toman notas, en lugar de copiar la información, toman una foto.
No conciben el mundo sin internet, computadoras, televisión, celulares,
en términos de que no imaginan cómo era vivir sin eso”
(SID114, Querétaro, Querétaro, México[1]).

Los medios se han vuelto omnipresentes, se han extendido por todos los rincones y momentos de la vida. Las personas han establecido fuertes vínculos con ellos, configurando relaciones personales y grupales. Los medios se han vuelto un territorio, un escenario más en el que necesitan presentar su yo a los demás. En los medios, los jóvenes conectan sus ideales, motivaciones e intereses. En los medios se están estableciendo nuevas marcas territoriales y resistencias. Los medios han superado en su distribución y poder, las fronteras supranacionales y por ende, la lógica del Estado Nación. La emergencia global de medios e hipermedios en los que se crea, colecta, procesa, almacena, administra y comercializa información es un fenómeno que se extiende en todos los niveles y fases de la vida. La sociedad entera se ha vuelto dependiente de las tecnologías de información. La vida corriente se ha vuelto una vida mediada, en que los sujetos proyectan y miden sus influencias mediáticas como lo hiciera un líder de opinión. El yo mediado es capturado por estos medios en los que se organizan las prácticas y expectativas de la sociedad. Sin embargo, ¿cómo podemos situar al usuario mexicano en ese mismo fenómeno global?, ¿cómo participa en esa dinámica? ¿qué tan generalizado está esta vida mediada en nuestro país? En este texto los lectores podrán dar cuenta cómo los medios y las tecnologías de información ya están mediatizando la vida de los jóvenes mexicanos. Cómo en su lógica expansiva y ubicua, la sociedad se está auto-organizando alrededor de los medios y los ha llevado a los espacios más íntimos de su existencia. La vida privada, la esfera pública, las interacciones sociales ya ocurren en entornos de exposición y monitoreo mediatizado. El contexto actual es el del contacto electrónico y digital. Las tecnologías de información se han vuelto tan sofisticadas: interactivas, inteligentes, remotas, móviles, hiperconectadas, globales e invasivas que han configurado estilos de vida y modos de articulación social.
La condición humana se ha tenido que adaptar a esta nueva forma de vida. Aquí encontrarán gran parte de dichas transformaciones, los grandes cambios estructurales que se viven en México y que nos permiten ubicar lo extendido que se encuentra el fenómeno de la vida mediatizada en nuestro territorio.

La hipermediatización de la cultura, la sociedad y la existencia
“La vida en red es el complemento de la vida sin red, encuentro cerca a quienes su espacio y tiempo no los deja estar tanto. Me entero y me conecto con lo que quiero y con lo que no quiero también: veces una pérdida de tiempo y otras una ganancia del mismo; y en particular las uso para expandir mi escritura y hacerla llegar a otros. La vida en la red es como la vida misma, con sus líneas y sus nudos entre líneas”
(SID91, Huixquilucan, Estado de México, México)

Los estudios de medios y comunicación contemplan tres grandes tradiciones al tratar de identificar la influencia de los medios y los procesos de comunicación: 1) el paradigma de los efectos que analiza el efecto de los medios sobre las personas; 2) los estudios culturales en los que se investiga y reflexiona sobre lo que las personas hacen con los medios y 3) la ecología de medios en la que se analizan los ambientes creados por medios y demás tecnologías de información y comunicación estableciendo relaciones casi de orden biológico, simbióticas o antagónicas con las personas.
Estas tradiciones consideran, por un lado, estudiar a los medios separados de la cultura y la sociedad o con una cierta influencia sobre ellos; por otro, el que los medios son concebidos como instrumentos que sirven para que las personas cumplan ciertas funciones, roles y fines y finalmente, el que el hombre se desarrolle en un entorno tecnológico estableciendo relaciones de dependencia cultural y/o mitificación de la tecnología.
Las personas aún cuando son contempladas como usuarios activos y competentes para sacar el máximo provecho de los medios en sus vida diaria viven confrontando los discursos hegemónicos e interpretándolos mediante un pensamiento crítico de acuerdo a sus bagajes culturales y sociales.
Las distintas tradiciones centran su foco en el proceso de comunicación, es decir en la mediación. El mismo Jesús Martín Barbero rompió con la visión mediocentrista y propuso el paso de los medios a las mediaciones (1987) haciendo ver la importancia de las prácticas de interacción de los sujetos con los medios. Posteriormente, Carlos Scolari al teorizar sobre las interacciones digitales y la apropiación de los hipermedios por parte de las personas en sus vidas considerando aspectos como la cultura de la convergencia (Jenkins, 2008) y las audiencias colaborativas (Rheingold, 2004) propone el paso de las mediaciones a las hipermediaciones (2008). Stig Hjarvard (2013), por su parte, propone una cuarta ruptura que es el paso de la mediación a la mediatización; esta apuesta teórica considera que la cultura y la sociedad están permeadas por los medios y que por tanto, no podemos seguir considerando a los medios como instancias aparte de las instituciones culturales.
Los medios han adquirido tal nivel de omnipresencia e influencia que las instituciones culturales y sociales han modificado su carácter, funciones y estructuras en respuesta a este poder.
Por tanto, la teoría de la mediatización se enfoca en comprender el paso de la comunicación mediada a las grandes transformaciones estructurales derivadas de la incidencia de los medios en la cultura y la sociedad contemporánea, así como los cambios en la secuencia comunicacional (emisor, mensaje y receptor) y su relación con otras esferas situadas a lo largo del tiempo y el espacio.
Bajo esta perspectiva, más que comprender el impacto de los medios en un tiempo y espacio específico, se preocupan por captar las redefiniciones en las interacciones sociales que se generan a largo plazo producto de la autoridad de los medios.
Así tenemos a los medios entendidos en su permanente interacción con la cultura y la sociedad. Ahora bien, en el momento en que entendemos que la presencia de los medios se ha convertido en una condición estructural sobre la cual se soportan todas las prácticas culturales, económicas, políticas y sociales (Livingstone, 2009) en un contexto digital en el que prácticamente todos los aspectos de la vida se han mediatizado (Deuze, 2012) y su presencia se ha integrado con las instituciones y se han diseminado en tres dimensiones de la vida: la física, la virtual y la mental, constituyéndose en la principal fábrica de interacciones simbólicas, culturales, económicas, sociales, políticas y espirituales, convirtiéndose en el territorio (hiperespacio) donde se construyen y se proyectan las principales prácticas performativas identitarias, nos encontramos ante el paso de las mediatizaciones hacia las hipermediatizaciones.
La hipermediatización contempla los grandes cambios estructurales y en las relaciones, cogniciones e interacciones humanas, derivados de la interacción medios, hipermedios, cultura, sociedad, instituciones e individuo en las dimensiones físicas, virtuales y mentales a lo largo del tiempo.
Por tanto, esta texto quiere dar cuenta de algunos cambios estructurales derivados de la mediatización digital de la vida en las generaciones mediáticas y su influencia en los terrenos físicos, virtuales y mentales, es decir, en el ciberespacio de tal forma que se pueda ubicar el lugar del sujeto en ese mundo hipermedial, así como entender las vías que ahora tiene para establecer vínculos y relaciones con los otros y así dotar de sentido el mundo (Ilustración 1).
 
Fuente: Propia




Los medios e hipermedios como la subestructura sobre la que se rearticula el tejido social
“La vida en red es reencontrarme con amigos y familiares.
Conversar y consultar -de manera rápida- temas de mi interés.
Disfrutar las buenas cosas que comparten los amigos.
Distracción y recreación”.
(SID28, Guadalajara, Jalisco, México)

La expansión de los medios e hipermedios en el siglo XX estuvo altamente vinculada con fenómenos como la urbanización, industrialización, globalización, secularización, modernización e individualización.
El rol de los medios fue mutando a lo largo del siglo, pasando de ser instrumentos y vehículos portadores de contenidos a convertirse en estructuras, soportes e interfaces capaces de rearticular el tejido social, molderar la opinión púbica y las condiciones antropológicas.
En la alta modernidad e hipermodernidad, los medios se reconfiguraron como instituciones, tecnologías y formas estructurales y estructurantes; es decir, complejas fábricas de construcción simbólica de la sociedad y la cultura (Ilustración 2).
Medios e hipermedios se han vuelto omnipresentes y han alcanzado un nivel de independencia tal que se han logrado colocar en modo supranacional. Su poder está fuera del control de gobiernos, empresas, instituciones y personas.
El giro mediático de la sociedad del cual hablaba Gudmund Hernes (1978) daba cuenta desde mediados del siglo pasado del impacto que estaban generando los medios en las instituciones y en la relación que establecen con los individuos.
Los cambios se empezaron a ver en la administración pública, la economía, las instituciones, los partidos y campañas políticas, la educación, las expresiones religiosas y la organización social.
Los medios modificaron la racionalidad, las categorías, las percepciones, la conciencia, la opinión pública, los patrones cognitivos, los modos en que se presenta la realidad o se seleccionan y distribuyen las experiencias e interacciones sociales. En ese giro se pasó de la forma social a la forma mediática.
Los medios adquirieron un rol constitutivo, activo y envolvente capaz de influir, modificar y alterar todas las dimensiones de la vida. Las formas mediatizadas amplificaron la producción, circulación, distribución y comprensión de los significados culturales y sociales. Winfried Schulz (2006) afirma que el proceso de mediatización en el orden individual e institucional modifica la interacción humana en cuatro dimensiones: 1) Amplifica las habilidades de comunicación humana; 2) los medios sustituyen las actividades sociales que solían realizarse cara a cara; 3) los medios provocan una amalgama de actividades híbridas que combinan acciones cara a cara y otras mediadas por dispositivos tecnológicos;  y 4) los medios obligan a que muchos sectores adapten sus comportamientos a las valoraciones, formatos y rutinas de los medios.
 
Fuente: Propia

Cambios estructurales e hipermediáticos en México
México es una nación que cuenta con una superficie de 1,964,375 km2, subdividido en 2,452 municipios y 187,904 localidades. Según el recuento del Consejo Nacional de Población (Consejo Nacional de Población, 2009), en 2010 se registraron 108,396,211 habitantes[2] y 29,549,890[3] viviendas concentrándose el consumo de bienes en 128 ciudades con más de 50,000 habitantes (Ochoa, 2009).
De acuerdo a los resultados del II Conteo de Población y Vivienda 2005, hay un equilibrio (más no equidad) de género en el que 51.3% de la población son mujeres y 48.7% hombres[4] (Consejo Nacional de Población, 2005). El 76.5% de la población radica en zonas urbanas frente al 23.5% que habita en zonas rurales. Lo que habla de la urbanización del país. El ritmo de crecimiento poblacional ha disminuido en los últimos años ubicándose en 1.0% a diferencia del 1.6% que registró un lustro antes[5] (Ilustración 3).
            Un tema a considerar vinculado con la tasa de natalidad es el envejecimiento de la población pasando del 7.1% (2000) al 8.1% en 2005 en los mayores de 60 años. De acuerdo a la distribución porcentual de la población por grupos de edad identificada del 2002-2005, se redujo la población infantil y adolescentes (0 a 14 años) de 34.2% a 31.5%; de jóvenes (15 a 29 años) de 28.5% a 27%; mientras que de adultos jóvenes (30 a 44 años) creció de 19.6% a 21%; y de adultos (45 a 59 años) 10.5% a 12.2% (Ilustración 4). Esto es una tendencia creciente y que se verá reflejada en el acceso a la educación, al consumo de medios, apropiación de tecnologías de información y modos de socialización a través de estas herramientas tecnológicas.
Ilustración 3: Población total y tasa de crecimiento en México, 1900-2005
Fuente: INEGI, II Conteo de Población y Vivienda, 2005
El envejecimiento de la población no sólo representa un desafío para las instituciones sino también para las organizaciones vinculadas con los sectores de servicio, educación, entretenimiento e información. Reto ligado a los procesos de educación y alfabetización de la población para ser partícipes de los beneficios de la sociedad de la información.


Ilustración 4: Estructura de la población por sexo y edad, 2002-2005
Fuente: INEGI, II Conteo de Población y Vivienda, 2005
El mismo informe del INEGI presenta un panorama aparentemente alentador ya que decreció del 10.2 al 8.4% el porcentaje de la población mayor de 15 años sin estudios y se incrementó del 10.9% (2002) al 13.6% en 2005. Los indicadores educativos hablan de una ampliación en la tasa de asistencia escolar a servicios de educación básica pasando del 91.3% del año 2000 al 94.2% en 2005; incremento de casi 210 mil niños entre los 6 y 14 años. A diferencia, la población mayor a 15 años decreció pasando del 10.2% al 8.4%; recuperándose en lo referente al acceso a estudios superiores donde se registró un aumento al pasar del 10.9% al 13.6% en 2005.
Los niveles de acceso a la información, a las tecnologías de información y comunicación (TIC’s) están en una parte relacionados con el nivel educativo, la influencia y presión de pares, el rendimiento creciente en el mercado que posibilita la democratización relativa al acceso a las tecnologías de información[6], el grado de cooperación e interacción derivado del uso de las TIC’s en el aula, en el pago de  servicios públicos y en el acceso a información para toma de mejores decisiones en el ámbito personal, familiar y social
Un tema fundamental para esta investigación, es el ensanchamiento del número de viviendas habitadas que para el año 2005 fue de 24.7 millones y que se estima sea para el 2020 de 36,286,303 millones. El incremento en número de viviendas ha detonado el alto de crecimiento de edificios departamentales, la disposición de energía eléctrica, agua potable, sistemas de drenaje, servicios de transporte.
            Ligado al incremento de los espacios habitacionales hay una reducción del promedio de ocupantes por vivienda que descendió de 4.4. a 4.2 personas por hogar. El menor número de hijos, las condiciones particulares de las viviendas y el estilo de vida urbana aumentó el equipamiento electrodoméstico de las viviendas en forma importante. Mientras que en el año 2000 el 85.9% de los hogares contaban con televisión, en 2005 pasó a 91%; 68.5% contaba con refrigerador creciendo al 79%; 52% de las familias tenía lavadora para que en 2005 62.7% tuviera una en su vivienda (Consejo Nacional de Población, 2005).
Un cambio notorio y relevante para esta investigación fue el paso del 9.3% al 19.6% de viviendas con computadora (Ilustración 5)
Ilustración 5: Posesión de bienes en la vivienda 2006
Fuente: Sigmarket Knowledge Bank 2006-2007 en Conexión Media Data 2008
Es preciso mencionar que el rubro comunicación representa una parte considerable en la distribución del gasto por sectores socioeconómicos[7]; en este caso el 3.4% del sector A/B; el 4.1% del C+; el 4.3% del C; el 4.2% del D+; el 3.2% del D; y el 2.0% del E (López Romo, 2008) (Tabla 1).
Ahora bien, ¿cómo se da el consumo de medios en relación a la posesión de bienes en la vivienda mexicana? En 2009, Sigmarket Knowledge Bank (Ochoa, 2009) reportó los medios a los que más acceso tiene la población Mexicana y son: Radio (100%), Televisión a color (82%), Teléfono fijo (58%), CD (51%), Video casetera (44%), Teléfono celular (54%), Cámara fotográfica (46%), PC (43%), TV de paga (23%) y Videojuegos (17%). Medios como Internet, telefonía celular, televisión de paga, computadoras y videojuegos han sido los de mayor crecimiento en los últimos tres años. Tanto así que el World Internet Project afirmó en 2013 que en México 59.2  millones de personas usan Internet.




Tabla 1: Equipamiento de comunicación por Niveles Socioeconómico. Encuesta Nacional de Ingreso y Gastos 2004 (Porcentajes)

TOTAL
A/B
C*
C
D*
D
E
Total TV color y Blanco y negro
97.8
99.2
99.5
99.3
98.7
95.8
89.6
Tv Color
94.3
98.8
99.1
98.3
95.5
89.6
74.7
TV Blanco y negro
9.8
7.3
7.8
8.1
9.9
11.3
17.6
Total video + dvd
61.1
94.7
86.3
80.8
53.9
36.1
23.8
Videocasetera
46.7
80.4
71.8
66.8
37.0
22.4
19.0
DVD
37.9
76.2
60.0
47.8
30.0
21.0
8.0
TV de paga
24.5
69.6
48.7
29.5
16.1
6.8
2.0
Estereo y minicomponente
67.6
88.6
81.1
78.5
65.7
52.1
40.0
Reproductor de CD
20.1
40.0
33.8
24.7
15.8
10.5
4.4
Radiograbadora con CD
28.7
48.8
39.3
32.5
25.6
20.1
13.7
Radiograbadora sin CD
15.7
16.1
13.8
15.1
14.6|
17.6
21.0
Teléfono
63.4
96.3
86.1
78.1
64.5
35.8
13.0
Celular
47.2
81.9
71.3
54.6
38.5
32.6
22.5
Internet
11.9
54.9
29.1
10.8
3.9
1.3
0.7
Fuente: (López Romo, 2006)
Un tema importante a considerar es que aún cuando la tasa de crecimiento de la población ha disminuido la industria mediática sigue en expansión consolidando la presencia y penetración de los medios tradicionales de comunicación e impulsando el desarrollo de los nuevos medios. Ello se puede ver en el uso y consumo que se está haciendo de los bienes de consumo ligados con los medios e hipermedios.
Sin duda, México ha sufrido una serie de cambios estructurales en el ámbito social y cultural vinculados con: la distribución geográfica, la urbanización de las poblaciones, la edad de su habitantes, el acceso a los servicios públicos y educativos, la reconformación de la vivienda y el incremento de los bienes de consumo mediático en la familia.
            Aunado al cambio estructural de la población mexicana, la industria mediática se ha reconfigurado en función de los nuevos hábitos de consumo mediático e hipermediático. Los usos, consumos y apropiaciones[8] de los medios e hipermedios han cambiado. Los tipos de receptores y formas de recepción son otros. Los hábitos mediáticos se han reconfigurado derivado de la gran oferta de medios ampliando los niveles de segmentación, especialización y fragmentación de las audiencias[9].
            En México, como en gran parte del mundo, se está viviendo un gran cambio en los estándares de uso y consumo mediático. Como se puede ver, el uso de las tecnologías de información y comunicación siguen proliferando modificando las prácticas comunicativas y los procesos de comunicación[10]
Particularmente las audiencias de los medios tradicionales se están reduciendo debido a la incorporación de las nuevas tecnologías de información y comunicación (TIC´s) como lo son: Internet, las grabadoras de video digital (DVR, por sus siglas en inglés), videojuegos, dispositivos móviles, DVD, reproductores de música portátil, computadoras personales, la web 2 y 3.0. Esta multiplicidad de ofertas en medios, canales y plataformas hace más visible la fragmentación de audiencias, la transición y coexistencia entre medios e hipermedios, la activa renovación de usos y estrategias, el uso extensivo de las TIC y su incorporación en el entorno doméstico, el ámbito profesional, educativo, económico y cultural.
Los porcentajes y tiempos de exposición de los medios tradicionales están variando; la presencia de nuevas tecnologías en el hogar cada vez es mayor; el consumo de televisión ahora se reparte en las modalidades abierta y paga con sus subdivisiones de cable y satelital, sin contar el share que roba la televisión convergente o por internet a la misma; la concentración de medios y canales convive con la economía y distribución de cola larga (long tail[11]); el compromiso de las audiencias (engagement) está variando radicalmente en el proceso de secuencia tradicional (atención-interés-deseo-acción).
Es notoria la gran penetración que mantienen en las diversas zonas geográficas los medios tradicionales como la radio, televisión y medios impresos en relación con Internet; sin embargo, la participación local de Internet en algunos estados de la República es directamente proporcional a la participación nacional de medios.
En el Estudio Local de Medios de IBOPE AGB sobresalen las ocho horas y quince minutos que se mantiene encendida la televisión en el país (Luna, 2007), existiendo algunas ciudades como Monterrey que consumen hasta nueve horas; considerando que el promedio de exposición al mismo medio es de 4.5 en todo el país. Internet, por su parte, es uno de los medios de mayor crecimiento gracias a las facilidades de conexión que ofrece, ya sea desde una oficina, un cibercafé o el mismo hogar.
Millward Brown México, por su parte, presentó en Julio de 2008 el Estudio de consumo de medios digitales en México, donde dejó ver cómo 3 de cada 10 mexicanos acceden a Internet (Álvarez Kuri, Rodríguez, Lozano, & Bran, 2009). Navegan en promedio 17.2 veces por mes. En este informe se hace notar que por su poder adquisitivo, los internautas representan cerca de la mitad de los ingresos totales de las poblaciones urbanas. 
En relación al perfil del cibernauta mexicano es notorio que 61% de ellos son hombres; 39% mujeres. Los rangos de edad se ubican de la siguiente forma (Ilustración 6)



Ilustración 6: Consumo de medios digitales en México por rango de edad
Fuente: (Álvarez Kuri, Rodríguez, Lozano, & Bran, 2009).
Lo que deja ver el acceso de miembros más jóvenes al uso de esta herramienta tecnológica. En relación a su nivel socioeconómico destacan los niveles ABC+ (Ilustración 7)
Ilustración 7: Consumo de medios digitales en México por nivel socioeconómico
Fuente: (Álvarez Kuri, Rodríguez, Lozano, & Bran, 2009)
Llama la atención que para los niveles socioeconómicos bajos, no contar con una conexión a Internet en el hogar no es una restricción puesto que más del 6% ingresa desde un café a internet.
Los principales sitios desde donde ingresan se ubican: 53% desde el hogar; 34% del trabajo; 3% del lugar de estudio y 2% desde casa de un conocido. La incorporación de las tecnologías de información y comunicación en el hogar permite hablar de nuevas formas de acceso, de una aplicación individualizada, de nuevos escenarios de uso[12], de un favorecimiento de la comunicación individual e interpersonal y de la gestión independiente y personalizada.
En este mismo estudio se perciben como principales actividades en línea: 78%, envío de correos; 63% búsqueda de información; 49% chateo y mensajería instantánea; 33% lectura de noticias en línea, actividad a la que dedican 21.6 minutos. Hay que notar que el cibernauta realiza actividades multitask.
Efectivamente, destaca el consumo que hacen de las principales plataformas online internacionales o las pertenecientes a los grandes conglomerados mediáticos nacionales. Basta ver que los usuarios emplearon en el último mes previo al estudio los siguientes sitios: 91% Google, 50% Yahoo!, 31% Prodigy MSN, 6% Altavista, 5% Esmas y 5% Terra.
Por su parte, en 2008, Consulta Mitofsky (Pena, 2008) registró que 39 de cada 40 mexicanos tienen televisión en su casa y la mitad tiene más de un aparato receptor; el 40% de la población cuenta con teléfono celular (lo que equivale a uno de cada ocho ciudadanos -la mayoría entre adultos jóvenes); algo similar ocurre con los reproductores tipo iPod  o Mp3, de los cuales uno de cada cinco mexicanos los posee; mayor es la proporción de mexicanos que cuentan con una consola de videojuegos (una sexta parte). Así tenemos que uno de cada 11 mexicanos posee las cuatro principales tecnologías de convergencia, mientras que la proporción aumenta de uno de cada cinco que poseen tres de ellas.
IBOPE deja ver en su informe que la Televisión abierta cuenta con un 90% de penetración y es consumida por los segmentos de edad entre los 13-18 y los 45-64 años, prefiriendo principalmente las telenovelas (22%), programas de revista (16%) y películas (15%); la televisión de paga es consumida en su mayoría por el segmento de 13 a 18 años y buscan en ella entretenimiento (17%), cultura (15%) y películas (13%) (Luna, 2007).
La prensa es consultada por lo menos una vez a la semana (48%) por el segmento de 25 a 44 años como medio de actualización e información de la vida diaria destacando el consumo de material de deportes y espectáculos. Mientras que las revistas son consultadas, al menos una vez al mes (43%) en un 41% para informarse sobre espectáculos. La radio es sintonizada en un 83% en emisoras de FM en el hogar (70%) ya que funge como compañía. El medio de mayor entretenimiento sigue siendo el cine, con gran penetración en el segmento juvenil (13 a 24 años); aún cuando la población asiste 1.9 veces al año el mayor consumo se da en casa a través de la tv de paga y los servicios de renta (Luna, 2007).
En Mayo de 2009 la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI) reportó la presencia de 27.6 millones de internautas en México, con un crecimiento de 16.4% en relación al año anterior (2007), ubicando 22.7 millones en las zonas urbanas. Es importante señalar que 6 de cada 10 jóvenes entre los 12 y 19 años son usuarios de internet. Aún cuando los niveles de acceso en México no logran los niveles de equidad deseados llama la atención la presencia de 44% de internautas mujeres (56% hombres) y un 44% ubicados en los sectores D+ y DE (29% y 15% respectivamente) y siendo el D+ el de mayor crecimiento en el último año.  Los mexicanos, según el estudio AMIPCI, se exponen en promedio 2:54 horas usando 7 de cada 10 la red para mandar correos electrónicos; mensajería instantánea (6 de cada 10) y chatear (4 de cada 10).
Considerando el uso y consumo de medios es claramente identificable la apropiación que existe de Internet por parte de los jóvenes y demás menores de edad. En el terreno nacional comparativamente se tiene que Internet es hoy día el tercer medio de mayor exposición después de la Televisión (4h:30m) y la radio (3h:48m), por encima de las revistas (1h:54m) y los diarios (54m). 92% de los usuarios consideran a Internet más indispensable por encima del celular y la televisión; siendo que 96% de los internautas poseen un celular (Estrada & Villegas, 2006).
En (2013) el escenario se ha modificado considerablemente, de acuerdo al reporte del World Internet Project: 50% del área centro tiene acceso a internet, 51% del Sureste, 51% del área noroeste, 51% del Bajío, 53% del área Norte y 67% del DF y el área Metropolitana. Más de 9 millones son nativos digitales (menores de 12 años) y el 42% de los usuarios tienen entre 12 y 25 años; 26% están entre los 26 y 39 años; y 16% se ubican entre los 40 y 70 años. El mayor crecimiento en la penetración de internet se está dando en el nivel socioeconómico D+ donde el 47% tiene acceso a internet y el sector AB/C+ participa en un 73%, mientras que el C Tìpico 60% y el D- 39%. Sobresale el que casi el 98% de los hogares con Nivel Socioeconómico alto cuentan con al menos un usuario de Internet. El hogar (84%) y los cafés internet (40%) siguen siendo los puntos de conexión más importantes. No obstante, ha sido gracias al uso del teléfono celular que 64% de los usuarios en México se conecten a través de esta tecnología. En promedio los mexicanos pasan 41.3 horas semanales consumiendo internet, mientras 12.8 horas televisión, 13.8 radio y 3 periódicos. Internet se ha vuelto el medio más importante para mantenerse informado (78%) contra 55% de la televisión, 53% periódicos, 50% radio y 25% revistas; fenómeno similar ocurre con el tema del entretenimiento donde el 72% de los usuarios usan para ello internet, 53% televisión, 37% radio, 25% periódicos y 25% revistas. Aunado a este fenómeno destaca la convivencia de medios donde internet se ha convertido en una actividad complementaria y simultánea que se realiza mientras se ejecuta alguna otra actividad. El acceso a las redes sociales (91%) es la actividad más realizada en internet y el 42% de los usuarios confían altamente en la información que en ella se distribuye. El porcentaje más alto de no usuarios en México se encuentra en el rango de los 40 a los 53 años (30%) y le siguen de los 54 a 70 años (25%);  el 50% de los no usuarios están en el nivel socioeconómico D+ y 31% en el D; 65% son mujeres.
Sin lugar a dudas, derivado de este incremento sostenido en el uso de las TIC´s se pueden extraer múltiples reflexiones vinculadas con un cambio general en: el incremento sostenido de usuarios y equipamiento en el hogar; el uso y apropiación del Internet por públicos juveniles; los nuevos niveles de confianza y hábitos de consumo; la migración del consumo de los medios tradicionales a los digitales; la transformación de los dispositivos de acceso; el mayor incremento en el equipamiento informático, digital, móvil, mediático y de entretenimiento; los nuevos escenarios de uso y consumo; la mayor gestión independiente y personalizada; la modificación en las prioridades, expectativas, posibilidades; la antigüedad de uso, frecuencia, volumen de consumo, niveles de intensidad de conexión, tipo de contenidos consumidos y familiaridad con los medios e hipermedios.
            Como se puede ver, el desarrollo de la sociedad del conocimiento y la mediatización de la cultura, exige un amplio dominio e instrucción tecnológica de la población. Ante ello, se puede identificar que hay una transformación de las audiencias, particularmente son los más jóvenes quienes están pasando del consumo de medios a una apropiación simbólica y existencial de los medios y sus contenidos. Hoy se habla de usuarios tecnológicos para los cuales los medios juegan un rol fundamental en sus vidas, lo que los lleva a tener un mayor compromiso, pasión y dominio profundo de los nuevos medios. Estos jóvenes han encontrado nuevos canales de comunicación, estableciendo una relación diferenciada con la publicidad y los más nuevos dispositivos tecnológicos. Sin duda, dicha relación de interacción y socialización a través y con los medios, iniciada a muy temprana edad puede llegar a impactar en la configuración de la identidad.

Consumo mediático y construcción de la identidad
Identidad juvenil y cultura popular son dos estadios simbólicos que convergen en el espacio mediático actual. Como señala Roger Silverstone (2004), desde los medios el mundo se significa. Desde los medios las personas se definen, se construyen, se entienden y adjudican la pertenencia. Consumir es una forma de construcción de personalidades e individualidades. Somos lo que consumimos y representamos lo que mediáticamente recibimos. Es en esa dialéctica relación medios-cultura-identidad donde hoy se configura la personalidad de los jóvenes. En esas tribus de nicho, producto del Long Tail cultural es donde se puede dar cuenta de los nuevos comportamientos, usos, apropiaciones y relaciones de consumo.
Así los jóvenes han integrado en sus prácticas cotidianas aquellos medios que les convienen, interesan y gratifican; mismos que les fomentan un sentido de pertenencia, promueven compañerismo y les facilitan interacciones personales; así como aquellos que les permiten adquirir nuevas percepciones sobre sí mismos y los demás, construir un sentido de identidad, experimentar liberación emocional, escapar de la realidad y relajarse (Morduchowicz, 2008).
Como en su momento señaló James Curran (1988), los medios son un laboratorio para la construcción de identidad. Desde los medios se puede ver cómo se reconfigura la cultura; desde las identidades se puede dar cuenta de los nuevos significados sociales y el capital simbólico que se emplea como moneda de cambio.
            Ente los medios y los nuevos medios migra la cultura como una entidad dinámica que interactúa con los consumidores individuales y los otros operando cambios significativos en todas las dimensiones de la vida (Jenkins, 2008). Los jóvenes que ordenan su vida en relación a dichos procesos de convergencia cultural y mediática no están fuera del nuevo contrato social. Hoy desde los videojuegos viven la experiencia de una historia contada en forma no lineal; desde un celular organizan su vida; desde la red expanden sus modos de socialización. Los medios como punto de referencia, llevan a enfocar la atención en esas nuevas formas de adopción y uso de los canales de información y comunicación entre los jóvenes.
Como bien señala Roxana Morduchowicz los medios más que marginar a los chicos, han mostrado ser soportes para su sociabilidad; por ellos y con ellos hablan de lo que ven y escuchan; a través de ellos escuchan y recomiendan. “Para ser uno mismo entre los otros, hay que ser y hacer como los otros” (Morduchowickz, 2008, p. 120).
El mismo Mark Penn (Penn & Zalesne, 2009) da cuenta de cómo los más entusiasta usuarios de la tecnología son también los jóvenes que buscan ser los más sociables. Ello reforzado por el énfasis puesto en la conectividad que permite estar siempre en línea y romper con el uso individualista de la tecnología. La tendencia a pensar que la tecnología aísla a las personas se diluye poco a poco. Basta ver los más de 1,230 millones de usuarios que tienen Facebook, que “contagian” entusiasmos, extroversión y “energía socializadora” a otros para convertirlos en usuarios y consumidores digitales de dispositivos móviles e inalámbricos. Tal como afirman Don Tapscott y Anthony Williams (2007) la tecnología está siendo empleada por los jóvenes como un pegamento social.
En ese escenario de negociación de identidad, la tecnología está ocupando un lugar fundamental en el modo de enfocar la manera de entender el entretenimiento y el ocio; así como en la configuración de nuevas prácticas comunicativas, planeación de actividades (Tubella, Tabernero, & Dwyer, 2008) y de participación social a distancia y en modalidad mediatizada.
            Aunada a esta tendencia de los medios como punto de encuentro y diálogo aparecen nuevos fenómenos como las geeks fatales; es decir, chicas altamente consumidoras de tecnología que representan el 57% del mercado de consumidoras de tecnología y que en 2006 adquirieron productos tecnológicos por más de $90 billones de dólares. De acuerdo al informe presentado por The Consumer Electronics Association, las mujeres prefieren más que los hombres los teléfonos celulares, cámaras digitales, radios satelitales y grabadoras de DVD (Penn & Zalesne, 2009).
El E-strogeno fluye entre el e-commerce y los dispositivos electrónicos y no es gratuito pues el mayor uso que hacen es para comunicarse. Así pues, no quieren saber cuántos pixeles registra una imagen sino cómo la tecnología encaja en su vida; por ello, buscan los gadgets más ligeros, durables y efectivos; teclados que no rompan uñas, audífonos que no estropeen el maquillaje, celulares que brillen en la oscuridad y sean fácilmente localizables en la bolsa, dispositivos altamente acoplados a la moda.
            Una tendencia similar puede verse en el estudio Hábitos de consumo mediático y entretenimiento en los jóvenes mexicanos (Hidalgo Toledo, 2008) los medios más usados por las mujeres fueron internet (20.9% vs 22.5% en hombres); teléfonos celulares (17.9% vs 13.6% en hombres); televisión abierta (13.5% vs 17.1% en hombres); televisión de paga (13.5% vs 12.6% en hombres); radio (9.52% vs 8.71% en hombres); iPod (6.92% vs 7.02% en hombres); cine (5.01% vs. 5.09% en hombres); y revistas (3.83% vs 2.47% en hombres)
            Nuevas dinámicas y formas de integración, socialización derivan de la convergencia entre viejos y nuevos medios. Sin embargo, sobresalen algunas manifestaciones ya derivadas de este cambio: 1) la necesidad de que los dispositivos les permitan comunicarse con los otros y ampliar sus canales de expresión; 2) los medios como forma de integración y pertenencia a causas movimientos y actividades que difícilmente podrían practicar en su cuadra, escuela o barrio; 3) los medios como forma de descubrir, mostrar y explayar la identidad; 4) los medios en sí como tema y motivo de conversación; 5) la inclusión social como una expansión de los nichos de consumo más que como una forma de equidad social; 6) la diferenciación como una actividad de socialización.
La identidad en sí es una forma de diálogo social. Ante ello ¿quién es el nuevo interlocutor?, ¿qué es lo que nos quieren compartir las nuevas generaciones?, ¿alcanzan ellos mismos a construir su propia definición?
Si los medios no se desplazan sino que se integran, ¿de qué forma se han integrado a la vida de los jóvenes y de qué forma nos hemos integrado nosotros a ello(s)?
Hoy los mercados tecnológicos se definen por género, edad, raza, región. Las mujeres, como los jóvenes se ubican en la punta de la curva de los early adopters. Su condición de usuarios masivos define, moldea y construye tendencias. En su momento la industria del cigarro moldeó un estereotipo mediático de la mujer (fatal) y el joven (rebelde); hoy por lo visto, lo hace un iPod o una Netbook multicolor.
Hoy ante la multiplicidad de medios y nuevas plataformas hipermediales y tras el fenómeno de fragmentación de audiencias que se vive en el interior de la industria mediática, se hace notorio conocer, por un lado, los usos, consumos y apropiaciones de tecnologías de información y comunicación; y por otro, los intereses, necesidades, deseos y percepciones de las audiencias para dar cuenta, con todo ello, las vías que tienen las personas para proyectar su yo en el mundo hipermedial.
Los medios e hipermedios han tenido que adaptarse a la exigencia de un público más complejo, selectivo y exigente que encuentra más formas de evitar los contenidos publicitarios o que demanda formas novedosas de tomar el control y dejar de lado la experiencia pasiva, unidireccional y poco interactiva.
Los medios han dejado de ser pequeñas empresas para convertirse en los sectores industriales que mayor beneficio económico y empleo generan en algunos países. Han pasado a ser uno de los principales bienes de socialización de la sociedad moderna. Sus recursos simbólicos y el capital experiencial que generan, promueve actitudes y formas de conducta que aportan valor (positivo y negativo) a la sociedad.
Por tanto, ¿quiénes son los receptores de medios e hipermedios en México? ¿Qué tanto se conocen los hábitos y motivaciones mediáticas de dichos usuarios? ¿A qué tipo de contenidos están expuestos? ¿En qué forma han cambiado los usos, consumos y apropiaciones de medios en la población juvenil con la incursión de las tecnologías de información? ¿Qué uso hacen de las experiencias mediáticas los consumidores?
Niños y jóvenes constituyen el epicentro de la cultura del consumo y del consumo mediático de México y la mayor parte del mundo. Capitalizar su atención y sus opiniones es parte de la estrategia de los artífices de la cultura (Schor, 2006). Este segmento poblacional se ha convertido en un eslabón entre los contenidos mediáticos y sus familias. Su mundo social se construye desde la dimensión del consumo; la agenda de su día a día se empieza a definir desde los medios con los que se relacionan e involucran. Su identidad es moldeada en gran medida por la forma como socializan sus experiencias mediáticas.
¿Qué uso hacen de las experiencias mediáticas los consumidores? Es un hecho, como señala Sonia Livingstone (1990) que las interacciones parasociales en las que están inmersos los usuarios de los medios e hipermedios no se dan como identificaciones pasivas sino como si estuvieran relacionándose con situaciones, voces y actores reales entremezclando lo experimentado con su propia historia.
Los medios se han convertido en un laboratorio para la construcción de identidad. La identidad de las personas y su personalidad son producto de la interacción de su historia particular; su ambiente social y cultural; sus experiencias y encuentros personales; y su interacción mediática e hipermediática. Roger Silverstone en su texto ¿Por qué estudiar los medios? (2004) deja ver cómo hoy los medios están en el centro de la experiencia y en el corazón de nuestra capacidad o incapacidad para encontrarle un sentido al mundo en que vivimos. No sólo son el pasatiempo más importante sino el más significativo en la vida de las personas. Su importancia permea las esferas económicas, sociales y culturales.
La identidad de las personas y su personalidad son producto de la interacción de su historia particular; su ambiente social y cultural; sus experiencias y encuentros personales; y su interacción mediática e hipermediática (Livingstone, Holden, & Bovill, 1999).
¿Por qué esta búsqueda en particular? Como se señaló anteriormente, a lo largo de las investigaciones sobre consumo de medios se ha visto: 1) que hoy las jóvenes audiencias pasan más tiempo consumiendo medios de comunicación que en la escuela o conviviendo con la familias (Silverstone, 1994); 2) que los medios se han constituido en el pasatiempo más significativo del tiempo libre de niños y adolescentes (Watkins, 2009); 3) que los medios son el principal recurso contemporáneo de expresión y comunicación cultural (Buckingham, 2005); 4) que quien desea participar activamente en la vida pública usa los medios e hipermedios para amplificar su impacto de modo rápido y profundo en la cultura (Umaschi Bers, 2008); 5) que los medios están sustituyendo el liderazgo moral que tenía instituciones como la familia, la iglesia y la escuela (Schor, 2006); 6) que los medios están cobrando una posición de omnipresencia y son inevitables en los procesos de comunicación, interacción y socialización entre niños y adolescentes (David, 1999); 7) que los medios impregnan texturas y rutinas de la vida cotidiana y la cultura (Poniewozik, 2005); 8) que proporcionan recursos simbólicos usados para distinguir e interpretar relaciones y definir identidades (Buckingham, 2008); 9) que los medios están en el centro de la experiencia y en el corazón de nuestra capacidad e incapacidad para encontrarle un sentido al mundo en que vivimos (Silverstone, 2004); y 10) que muchos medios promueven actitudes o formas de conducta indeseables de tipo violentas, sexistas y racistas estableciendo discursos empáticos con las jóvenes audiencias (Daniels, 2008); 11) los jóvenes se han hecho visibles a través de los medios, sus representaciones, prácticas y estéticas. El espacio social juvenil[13] (Urteaga Castro-Pozo, 2010), se construye en el siglo XXI en gran medida desde el espacio mediático.
Los estudios sobre consumo de medios y niños y jóvenes han sido abordados desde: los derechos de los niños y los jóvenes, la violencia mediática, las identidades juveniles, la cultura de los fans, el empoderamiento mediático, la educación para los medios, las nuevas audiencias y las audiencias digitales y la alfabetización digital y las multiconvergencias mediáticas. Esta en particular, pretende entender el entre cruce entre consumo cultural, consumo de medios y cultura juvenil. Ya que es en esa convergencia donde se da la configuración de la identidad (Ilustración 8).

Fuente: Elaboración propia basada en Gómez Vargas, 2008
A diferencia de los estudios anteriores, en los de hipermediatización de la cultura juvenil se pretenden estudiar las prácticas, expresiones y producciones de sentido desde lo urbano, lo mediático e hipermediatico y la corporeidad en el terreno de lo hipermedial.

La nueva geopolítica de la información

“La vida en res es la nueva forma de conectar sociedades, de informarse y mantenerse actualizado en un contexto evolutivo.
Además, es una herramienta de trabajo que simplifica procesos y genera cultura,
no obstante quita tiempo de interacción entre las personas”.
(SID87, México DF, México)

La vida no sólo se ha hipermediatizado y se han transformado en gran medida las actividades sociales y culturales. Las personas dependen de los procesos, lógicas, caracterizaciones y articulaciones que se generan desde los medios.
Como instituciones semi-independientes se han redistribuido por todo el planeta; la globalización, la apertura de los mercados, la desregulación de las telecomunicaciones, la integración en todos los sectores, les ha llevado a reconfigurar el mapa, la geopolítica con la cual se producía, distribuía y comercializaba la información.
Hoy los medios e hipermedios establecieron una nueva cartografía informativa que rompe con la lógica Norte-Sur; Arriba-Abajo- Este-Oeste, Centro-Periferia.
La horizontalización y democratización de las herramientas de producción y de los agregadores de contenido, así como el acercamiento de la oferta y la demanda mediante la eliminación de muchos intermediarios están en el corazón de la nueva economía digital.
Una economía híbrida que tiene puentes en lo físico pero también en la articulación de bases de datos.
Los medios e hipermedios fungen en ese sentido como ventanas, pantallas de exposición que se engranan entre sí. Se volvieron protocolos asociados entre gobiernos, empresas, sistemas militares y de inteligencia financiera.
Los medios terminaron articulando diversas esferas que operaban en contextos, situaciones y mercados totalmente independientes.
En esta lógica los medios se convirtieron en la fuente dominante de información y construcción de experiencias; son una fuerte industria que influye en la construcción de agendas, imaginarios, narrativas, virtualizaciones, redes, sistemas de comunicación, prácticas culturales y habitus que son permanentemente  monitoreados.
Las redes que interconectan a medios e hipermedios, también conectan bases de datos, estilos de vida y personas entre sí.
El proceso de mediatización nos ha vuelto más interdependientes y vulnerables. El nuevo horizonte es el de un ambiente hipermediatizado, convergente, expansivo, focalizado, global, acelerado e hipercomplejo.
El contexto que deriva de esta nueva cartografía en la que poco a poco se han ido virtualizando las interacciones, participaciones, actividades, negociaciones y resignificaciones, es un escenario en el que pareciera que las políticas públicas no contemplan estas afectaciones y reorganizaciones sociales que no son exclusivas de unos cuantos.
Los medios al mediatizar la cultura y la sociedad terminaron por hacer del mundo un territorio común de significación en el que hoy los individuos están hospedando no sólo su vida, sino también al ser.

El Capitalismo hip y la Hipermodernidad
“La vida en red es útil y práctico para mantenerse informado al minuto,
para vislumbrar que hay más allá de la puerta de la casa,
de nuestra ciudad, país o continente...
pero también que tiene limitantes de interacción y contacto humano
(quiero ver que red social van a inventar que te de un abrazo,
te apapache o te haga cosquillas)...
definitivamente la vida en la red es, para mí, una app de la vida real. (Sic)
(SID103, Oaxaca, Oaxaca, México)

La primera modernidad mediatizó la ideología, la política y esto se materializó en los medios, la tecnología, la economía, la cultura y el consumo; en la modernidad tardía se pasó del capitalismo productivo a la economía de consumo y la comunicación de masas, de la sociedad rigorista a la sociedad-moda; en la tercera modernidad se vivió fiebre del presente, del aquí y ahora.
En la posmodernidad se emancipó el individuo, se acabaron las utopías, la vida se empapó de frivolidad, ansiedad, euforia, vulnerabilidad y divertimento.
La hipermodernidad colocó al individuo en perspectiva global; las prácticas sociales se tornaron inmediatas, excesivas, exageradas, desmesuradas, extralimitadas, hiperrealistas, hiperbólicas, transfronterizas.
Hoy se viven en un continuum entre lo global y lo local, en una convivencia entre las condiciones protomodernas y las hipermodernas; la vida oscila entre las estructuras agrícolas, industriales, postindustriales e informaciones.
Tiempo espacio se contraen, la rápida difusión de las ideas, bienes, informaciones y capitales permite la actuación a distancia. La interconexión global está confrontando a los gobiernos, las corporaciones, los colectivos y a los ciudadanos generando multibrechas.
La transformación histórica de la racionalidad productiva ha mutado y hemos llegado a la era de los flujos intangibles.
El Estado-Nación se encuentra en condición de fragilidad ante esta nueva geopolítica de la información en que los mercados se fragmentan y globalizan.
La incorporación de las tecnologías de información y comunicación en los procesos de mediatización de la sociedad y la cultura ha provocado la aparición excesiva de soportes, interfaces y nuevos medios para la consolidación del consumo.
Así tenemos un nuevo orden mundial mediático que liberalizó la economía de la información. Estamos en un centro comercial de orden global que impulsa el hiperconsumo hiperindividualizado.
El sujeto es arrasado por una avalancha de mercantilización, desinstitucionalización y desregulación del mercado que se impone. La profusión de bienes, mercancías y medios saturó el planeta de productos, marcas y servicios.
Desmesura, espectacularización, aglomeración y consumo lo abarcan todo. Los medios a su vez lo engranan y agrandan todo; maximizan la esfera del consumo.
La racionalidad en la hipermodernidad es la de la acumulación y la rentabilidad en tiempo presente. Los metarrelatos se están desmoronando y por ende, las mentalidades se están remodelado constantemente. Los tiempos sociales, los esquemas de producción, los flujos de dinero, mercancía, trabajo y tecnología circulan por los terrenos de la búsqueda de sentido. 
Ahora nos encontramos en la era del fin de los tiempos muertos, del capitalismo en el que se comercializan los instantes, las acciones, las interacciones físicas y simbólicas de las personas. Nos encontramos en un momento histórico en que el capitalismo centró su atención en el ocio y el entretenimiento.
En esta fase de la Sociedad de la Información donde las mentes e inteligencias se encuentran interconectadas, las interacciones y prácticas humanas se realizan con gran intensidad. La dimensión económica, laboral, comercial, cultural y social se están convirtiendo en flujos de información, manifestaciones deslocalizadas que convergen en una nueva arena pública.
La globalización deconstruyó la geografía, convirtió al sujeto en nómadas en hiperconexión, beduinos recorriendo el desierto hipermedial.
El espacio público extraterritorial e hipermediatizado ha resignificado la existencia. La materialidad simbólica de la vida mediatizada es la de la sustancia ingrávida, efímera, volátil, temporal, precaria, atractiva, seductora, obsesiva, desordenada, caótica e hiperindividual.
La condición hipermoderna que impulsa el Capitalismo hip es la de lo inmediato, lo simultáneo, lo rápido, lo urgente.
Los comportamientos anárquicos, el culto al cuerpo, la obsesión por el higiene, la salud, el hiperbienestar y la ausencia de dolor ha llevado a las personas a conductas desordenadas, desequilibradas, caóticas.
Existe una tentación sistemática por la vida colectiva aún cuando el individuo vive inmerso en su propia solitud.
Estamos ante la democratización de las tecnologías del bienestar, los mercados de la calidad, la erotización de la imagen, la estilización de los goces y la felicidad. La vida en red es una vida que busca extender los sentidos.
Los tiempos hipermodernos son los del consumismo experiencial, los que transformaron la memoria en un espectáculo de entretenimiento que puede ser contemplado en tiempo real en la vida mediatizada.
Ahora las personas se han encerrado en sí mismas, buscan la satisfacción inmediata, la gratificación permanente. La compulsión de sus acciones es la que renueva todos los simulacros y exorciza lo volátil.
La explosión de identidades responde en parte a ese hiperconsumo experiencias en que emociones, recuerdos, nostalgias, momentos, épocas y personalidades se vuelven parte de los objetos de consumo.
La crisis del hombre está en la crisis de los significados. He ahí donde surge este Homo signis digitalis; sujeto en permanente búsqueda y construcción de sentido en el ciberespacio.

La economía del panóptico

“La vida en red es…
Opciones: como nunca antes es posible comparar, descubrir, saber.
Y posibilidades: de aprender, compartir, ver distintos puntos de vista”.
(SID96, Barcelona, España)

Al narrar el individuo su existencia en y con los medios, entra en la esfera pública, se vuelve observable; coloca su vida ante los demás, y se vuelve parte de toda esa información viviente que circula en el ciberespacio.
La economía del panóptico, es la de los datos personales mediatizados que hacemos visibles en cada click, en cada zapping, en cada llamada, en cada retiro de dinero en el cajero electrónico, en cada compra en el supermercado.
Los medios e hipermedios se han vuelto cazadores de toda información; registran, almacenan, procesan, discriminan, segmentan e intercambian data con más dispositivos dispuestos para extender nuestros “gustos”, “preferencias”, “decisiones” y recuerdos y así crearnos un mundo tan familiar como para quererlo hacer nuestro. Los hipermedios se han vuelto sofisticados y poderosos repositorios de la vida mediatizada.
La incorporación de ellos en nuestro día a día y la intensidad de nuestra inmersión es lo que está creando de cada experiencia narrativa y comportamientos en línea, estilos de vida, sistemas culturales automatizados, naturalezas sígnicas colaborativas, ecosistemas perceptivos que aprenden de cada uno de nuestros movimientos, pensamientos e imágenes.
Toda esa data que circula con nuestro nombre y apellido nos convirtió en disciplinados mecanismos, sofisticados sistemas de información. Los medios, soporte estructural del acelerado sistema económico mundial, amplificaron los mercados, las audiencias, la geopolítica de la información.
Hoy la hiperconexión de la que son sujetas las bases de datos, permiten que registren todos nuestros movimientos y deseos.
El régimen discursivo de nuestras i-dentidades hipermediales hipermediatizadas y nuestra manía por la interactividad, hizo del mundo un espectáculo, un escenario en el que la vida se hace palpable, un acto participativo monitoreado por los otros y por nosotros mismos.
La vida digital son interconexiones amigables, hipervínculos a los recuerdos, amistades, compras y aficiones. La convergencia universal de todas las tecnologías y aspectos de la vida diaria en toda clase de pantallas, accesorios o artefactos, volvió a las personas en datos omnipresentes, códigos que subsidian todo catálogo comercial.
Nos volvieron el ADN de los sistemas integrados, de las bases de datos relacionales. Ahora somos nodos, enlaces, referencia cruzada, hipervínculos que alimentan a los sistemas comunicaciones de última generación.
Sistemas inteligentes, objetos inteligentes, hogares inteligentes, accesorios inteligentes, corporaciones inteligentes se articulan en el mismo ecosistema, un ambiente en el que la información tienen tanta vida como sus actantes.
Subjetividad e intersubjetividad en esos sistemas integrados, conectados, hipermediatizados requieren repensarse para ubicar nuestro lugar en un mundo donde la existencia adquiere significado en cada proceso de decodificación.

La diagonal generacional y la transformación estructural de las generaciones mediatizadas

“Los hipermedios le aportaron a mi vida reencontrarme con amigos que ya creía perdidos.
Hoy mantengo comunicación con verdaderos amigos tan alejados pero bien cerca como el Medio Oriente y Europa”.
(SID108, Teacapán, Sinaloa, México)

En esta nueva ecología de medios, niños y jóvenes son quienes más han establecido vínculos profundos con los medios. Los diversos estudios han demostrado que hay una fuerte relación entre edad y consumo; es decir, entre más jóvenes son los usuarios, más compromisos establecen con los medios.
Las jóvenes audiencias, como receptores de contenidos han establecido puentes de significación con los medios ya que en ellos tienen la posibilidad de compartir referentes culturales, construir comunidades de significación con las cuales comparten sus gustos y aficiones.
Los medios suelen acompañarlos a lo largo de todo su desarrollo, muchos nacieron y crecieron acompañados de medios como la televisión, la radio y los videojuegos.
Mientras generaciones pasadas tuvieron como nana a la televisión y compañera permanente a la radio; hoy las más jóvenes generaciones tuvieron como nana a internet y a los ipods y los videojuegos como compañeros. Es decir, pasaron del consumo familiar o en compañía y pasivo a una apropiación más individual y activa.
Los medios en cada generación y usuario cumplen funciones que van desde lo instrumental, lo ritual y lo simbólico.
Los medios permiten que el adolescente planee sus rutinas, se entretenga, se relaje, se evada de sus preocupaciones y obligaciones.
Desde los medios establece afinidad con personajes e historias; mantienen un cierto sentido de integración social y pertenencia. Con el apoyo de los medios busca suspirar su soledad, elevar su espíritu y sentirse acompañado.
Los vínculos con los medios dependen en gran media de la distancia, disposición de consumo, condiciones de vida, importancia y relevancia concedida a los contenidos, grado de identificación con las historias y los personajes, grado de satisfacción con la propia vida, la actividad social e interacción interpersonal.
Con la aparición de los hipermedios las audiencias dejaron de ser concebidas como masas homogéneas, hoy son comunidades, colectivos sociales unidos y leales a intereses, inquietudes y motivaciones comunes.
Es en esas comunidades de significación que buscan orientación, quieren saber cómo piensan los otros, si los demás comparten sus ideas, qué tanto se comprometen los demás.
Los medios son la fuente más grande de acompañamiento en la comprensión de sus problemas sustituyendo a instituciones tradicionales como la familia, la escuela o la iglesia.
En esta vida hipermediatizada, los medios permiten descubrir, conocer, profundizar y adoptar estilos de vida; evadirse de sus presiones, escapar de la rutina y reducir tensiones.
Por ello, se han logrado ubicar como un laboratorio de sus identidades, así como en el pasatiempo que mejor les ayuda relajarse, conocer gente nueva y entablar conversaciones.
En, con y desde los medios las audiencias aprendieron a dibujar sus emociones, implicarse en la vida íntima de los demás y a construir su identidad.
Desde la década de los cincuenta, particularmente, las audiencias juveniles crecieron gracias al auge de los medios adolescentes (Teen media); fue tal la fuerza que adquirieron dichos medios que terminaron afectando estructuralmente las relaciones interpersonales, la vinculación con todos los miembros de la familia, la imagen que tenían de ellos mismos; temas que exponían la fragilidad de las instituciones, incluyendo la familiar, como el divorcio, las relaciones prematrimoniales, infidelidad, adicciones, suicidio, aborto, eutanasia, se fueron incorporando en las agendas mediáticas y por ende, en las conversaciones adolescentes.
Las narraciones mediáticas, en un principio eran generadas por emisores que captando las inquietudes sociales buscaban proyectar dichos contenidos; con los hipermedios y la aparición de la figura del prosumidor, fueran las mismas audiencias las que incorporaron las temáticas en su agenda.
Es decir se paso de la alternarracción a la autonarración de aquellos mensajes que apelaban a sus motivaciones o inquietudes.
Los medios fungieron como ventana y vitrina; permitían ver y ser vistos; se convirtieron en el punto de encuentro de las interacciones, la exposición, la percepción y la estetización de la vida del otro y de la propia.
Desde los medios se construyen hábitos, conversaciones, interpretaciones colectivas, recordaciones, impresiones e identidades.
Cada generación ha hecho un uso particular de los medios, algunas más que otras se han implicado con ciertos medios; no obstante, en ellas han ido identificando muchos aspectos de la vida que les preocupan.
Así los medios se han convertido en el territorio común de todas generaciones; el grado de interacción e involucramiento ha aumentado con la mediatización de la vida y la incursión de las tecnologías de información en la economía, cultura, sociedad y políticas.
Las generaciones evolucionan; sin embargo, su desarrollo no se da de modo lineal sino en cortes diagonales, por tanto, en su devenir histórico se entrecruzan con otras generaciones.
Dicha interacción es la que reduce o amplifica brechas, diálogos o articulaciones. Algunas rompen entre ellas y se desvinculan, otras logran unificar representaciones, establecer estrategias conjuntas y solidaridades simbólicas.
Las generaciones ofertan comunidades de significación y sentimiento de vida, remitiendo constantemente a condiciones sociales y simbólicas comunes. Los medios e hipermedios han permitido nuevas formas de sociabilidad, percepción y sensibilidad reorganizando la realidad cultural y social con implicaciones intergeneracionales ya que el espacio doméstico, público y privado se entrelaza a través de los medios.
Así tenemos un acceso diversificado con gran afinidad hacia la exploración multimedial. Es el capital simbólico que se genera en el escenario mediático el que entrelaza a todos los actores, genealogías, subculturas y culturas juveniles.

Conclusión: El consumo cultural y las constelaciones mediáticas

“La vida en red es enterarme de en que andan mis amigos y conocidos y compartir
(curiosamente el auto corrector puso "competir")
con ellos parte de lo que pasa en mi vida.
Pasatiempo también y actualizarme de las tendencias actuales”.
(Huixquilucan, Estado de México, México).

El consumo es un ciclo metabólico; es la lógica narrativa del capitalismo; es la subestructura sobre la que se soportan los estilos de vida, los modelos de producción, almacenamiento, distribución y desecho en la hipermodernidad. El consumo es una etapa más del capitalismo, de la industrialización, de la sociedad de la información, de la vida hipermediatizada.
            El consumo pareciera la condición existencial y el fundamento de las relaciones humanas. Cada individuo construye, desde el consumo, un propio relato, un discurso, una expresión, una estrategia, un comportamiento y una experiencia existencial. Consumir convierte los deseos, anhelos, percepciones, disposiciones y motivaciones en una fuerza que coordina las relaciones humanas, estratifica al individuo y contribuye a la autoidentificación y proyección de identidad de las personas.
            El consumo es deseo, interés, motivación, posesión, acumulación. El consumo de bienes, productos, medios, servicios y contenidos de orden simbólico es una forma de establecer una distancia, una aproximación hacia aquello que al sujeto le da seguridad, confianza, orden, normas y poder por periodos y ciclos particulares en su vida. En este contexto discontinuo y fragmentado, el consumo es una variable que permanece y sobre la cual hoy se integran y estructuran las identidades.
            El consumo se ha vuelto una práctica, una forma de expresión, un estilo de vida, un camino hacia la inserción social, una vía de auto y heterorreconocimiento, una ruta de conformación de comunidades de significación.
            Comprar, adquirir y consumir se han vuelto acciones circulares por excelencia. Particularmente las diversas generaciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial han construido un círculo que aspira al perfeccionamiento y al alpinismo interior pero ajustando su vida a un desarrollo casi lineal. Aunque se dicen partidarios de “buscar otro mundo posible” se han adaptado a vivir dentro de este; a adquirir y desechar. El consumo se ha vuelto una pulsión repetitiva, una representación cuyas estrategias de apropiación y desplazamiento son loops, secuencias cíclicas adscritas a categorías simbólicas que van cambiando según la oferta y la exposición mercadológica. El consumo nos ha vuelto sujetos en loops que agudizan sus contradicciones en cada nueva constelación de signos culturales que establecen.
            Tiempo, espacios, prácticas, hábitos, representaciones, opiniones, gustos, valores, actitudes y comportamientos son escenarios privados y colectivos en que lo intersubjetivo, lo subjetivo y lo social convergen y se integran al ritual del consumo. Lo real, lo virtual y lo imaginario se organizan en ese territorio fragmentado.
            Instituciones, grupos, personas y cuerpos son dimensiones, espacios, patrones y territorios en los que el consumo se hace presente... visible. Todos ellos son puertas de acceso y vitrinas de exhibición de bienes físicos y simbólicos. Como discurso práctico y estético, el consumo es material significante, espacio propio que busca autonomía y diferenciación.
            Cultura, moda, estilos de vida, rituales colectivos, recursos de visibilidad son expresiones semánticas de un territorio que busca cargarse de sentidos y ser en sí mismo un significante para cada individuo.
            Existe pues una biopolítica y una tecnoantropología del consumo como forma de mediación y estructuración social. La lógica del capital, las industrias culturales y las interpelaciones culturales son el texto, contexto y mercado en el que subjetividades y afectividades reorganizan la política, la economía y la cultura en el mundo.
            Un nuevo sujeto ha surgido producto de este fraccionamiento articulado del mundo y reordeando por la búsqueda de diferenciación y deseo por participar en los espacios públicos globales en los que se hace evidente la distinción entre lo propio y lo ajeno. En ese territorio cada individuo ha tendido una estrategia para confrontar lo público y lo privado. En el siglo XXI la ciudadanía, como lo afirma García Canclini (1995), se construye en comunidades interpretativas de consumidores; comunidades imaginarias con afinidades que no son otra cosa que representaciones de la identidad.
            Ante los procesos de hipermediatización de la vida y la cultura hoy estamos ante una generación de públicos que a su vez son productores, consumidores, emisores y destinatarios. En esta condición de prosumidores los consumos culturales se han vuelto el consumo de bienes simbólicos. Medios e hipermedios se han vuelto los contenedores naturales de este nuevo capital circulante. En ellos, las mismas identidades resuenan como derivadas del consumo, las prácticas y la apropiación de estos bienes.
            El mundo se ha vuelto cada vez más abierto, acelerado, desbordado, fracturado, glocalizado y en movimiento. En él, la industrialización, las nuevas tecnologías, los agrupamientos sociales, las ciudades y los medios son lugares de encuentro para las representaciones sociales. En este nuevo mundo, las estrategias comerciales, corporativas e identitarias fluyen y confluyen. Producir, intercambiar, compartir y consumir significados son el eje de la acción comunicativa y participativa de la hipermodernidad. Consumir por tanto amplifica, reduce, fragmenta, jerarquiza, marca y territorializa al individuo. Con el consumo el sujeto se suma al contexto en constante transición.
            El consumo, como toda práctica hipermediatizada es una forma de leer, conocer y aprender la manera como las personas orientan, valoran y encuentran respuestas a su existencia los individuos.
            El consumo es una dimensión altamente relacionada con el género, la etnia, clase social, estilo de vida, aspectos, disposiciones, rituales, prácticas y representaciones de cada individuo. El consumo es parte sustancial de la narrativa que cada sujeto emplea para la construcción de la biografía personal. Por tanto, el consumo es una articulación compleja y multidimensional que implica lo cultural, social, económico y político; es parte de una simbiosis discursiva que abona fuertemente a la construcción de identidades.
            Los individuos territorializan, vigilan, controlan, fragmentan, restringen, se vinculan, se mezclan, conviven, socializan, interactúan, participan, construyen un universo de consumo simbólico. Desde el consumo es posible entender la intersección del tiempo vivido, el tiempo histórico, la experiencia generacional, la relación entre el yo y el cuerpo, la autoimagen, el cambio social, el impacto mediático, la formación de identidad, los valores culturales, los juicios estéticos, los marcos de referencia, las perspectivas valorativas y las prácticas cotidianas de cada persona. El consumo nos define y son los medios los que instrumentalizan el consumo.
            Gusto, sensibilidad, belleza, estilo son imperativos marcados por la relación objeto-simbolo-identidad-comunicación-construcción de la realidad. Ser en el mundo y estar en el mundo convergen con el consumir en el mundo.
            Los medios, como simulación dramatizada de la identidad y la existencia son el hábitat simbólico de las conexiones públicas y domésticas que establecemos desde el consumo. Los medios son la forma expresiva y amplificadora de los deseos, las pasiones, la seducción, el éxtasis del yo y del otro; son el ritual, la interpretación, la textura y el espejo. La producción, circulación y consumo de la significación de la vida social se hace desde ellos.
            El consumo como sistema de relación simbólico-social establecido entre el objeto y el sujeto fluye entre los procesos de mediación. La acción emocional, la discriminación, la domesticación, socialización y significación pasan por este proceso. El consumo, por tanto, es un mapa de significados desde el cual se está reorganizando la cultura. Codificación y decodificación (Hall, 2004) pasan por este tamiz. El consumo lo abarca todo, se ha engranado con la misma realidad.
            La vida hipermoderna e hipermediatizada se construye en la satisfacción inmediata, en la gratificación que produce comprar, tener, poseer y llenar el vacío del presente y el futuro. La compulsión actual se da en el presente absoluto y perpetuo del hombre que vive en el aquí y ahora, del que renueva su compulsión en el simulacro, en lo volátil.
La fragilidad del hombre actual está en la del que compra y vende recuerdos, emociones, imágenes, sentimientos que le evoquen el pasado y a objetos que enmarquen momentos y épocas en las que se sintió feliz. El valor de uso y de cambio es un valor emocional-rememorativo. Valores estéticos, emocionales, lúdicos se anclan al consumo, a esta lógica secular del individuo.
            Interpretar al mundo y valorar al mundo pendulea en esta paradoja; en esa necesidad de llenar la propia vida de todo cuanto sea posible para darle sentido.
            El consumo como construcción de sentido, como significación y lenguaje nos ha colocado en un discurso ordenado y seductor, en un acto sistemático de manipulación de signos, en un escenario de representación, simulación y espectacularización de uno mismo, del otro y de lo social.
            Apropiarse de los bienes de consumo es construir puentes de significación, es una vía de recuperación del sentido cultural desplazado; es una forma de acercarse a lo que está fuera del alcance. Adquirir es manipular simbólicamente, es objetivar, incorporar y transformar. Cuando el individuo consume, construye su identidad, traza límites, establece mecanismos vinculantes.
            La hipermodernidad nos envolvió en su racionalidad instrumental en que el signo-mercancía se incrustó en todos los aspectos de la vida. El intercambio simbólico en el que estamos inmersos, configurado en comunidades de significación y mediación nos exhibe en una imaginería espectacular semionírica y exótica.
Hoy somos signos sobrecargados, mercancías que se negocian, se clasifican y reclasifican.
El Homo signis digitalis, es parte de ese imaginario, de lo hiperreal, de lo estético y lo alucinante, de lo artificioso y lo trascendente, de lo corpóreo y la imagen, de lo temporal, lo poético y el espectáculo.
El Homo signis digitalis es ilusión y montaje, narrativa, embriaguez, goce, éxtasis y vértigo. La vida hipermediatizada nos hizo parte de la experiencia simbólica de la acumulación, la estetización y encantamiento. Los medios nos colocaron en el centro de la ilusión referencial; en el corazón del sistema simbólico. Somos signo, significante y significado; un yo mediado, yo mediación y yo mediático a la vez. Somos un yo ejecutante, medio y espectador.
En el hipermercado cultural somos texto y contexto; signo e imaginería; simulacro y realidad. El Homo signis digitalis está el corazón de una nueva trama social y cultural figurativa, sensitiva, experiencias y simbólica en que la vida fluye entre consumir, desechar y adquirir.
El sujeto se ha descentrado y en los hipermedios busca multiplicarse, tematizarse, espectaculizarse, convertirse en objeto de interés para tratar de encontrar sentido a su existencia.


Trabajos citados

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* Jorge Alberto Hidalgo Toledo. Lic. En Comunicación, Maestro en Humanidades y Doctorando en Comunicación Aplicada por la Universidad Anáhuac. Presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza e Investigación de las Ciencias de la Comunicación, CONEICC. Titular de la Cátedra Televisa en Innovación en Contenidos y Titular de la Cátedra FISAC-Anáhuac en comunicación para la responsabilidad ante el consumo. Investigador Titular del Centro de Investigación para la Comunicación Aplicada (CICA), de la Escuela de Comunicación de la Universidad Anáhuac. Director de Medios de Global Content. Actualmente es Coordinador de la Licenciatura en Comunicación de la Facultad de Comunicación de la Universidad Anáhuac. Es  Coautor del libro: Comunicación Masiva en Hispanoamérica: Cultura y literatura mediática (2005). jhidalgo@anahuac.mx
[1] A partir de este momento el lector encontrará la referencia SID como acrónimo de Sujeto Informante Digital; es decir, las personas que contribuyeron al estudio cualitativo a través de entrevistas, foros de discusión y sesiones en línea de metareflexión sobre la condición de vida digital.
[2] De acuerdo a los resultados definitivos del II Conteo de Población y Vivienda 2005 del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática, la población nacional representaba el 1.6% de la población mundial
[3] Se estima para el año 2020 una población de 115,762,289 y 36,286,303 viviendas. Registrando las zonas Sureste (14.85%), Noroeste (13.5%), Norte (8.7%) y  Centro (6.5%) del país el mayor incremento para dicha fecha. Siendo las zonas Centro (38,074,122), Oriente (19,182,287) y Norte (16,705,040) las de mayor concentración poblacional (73,961,449) cobijando al 63.9% de la población del país.
[4] Los resultados definitivos del 2005 contabilizaron 103,263,388 personas.
[5] El promedio de hijos es de 3.7 por mujer a diferencia del 4.4 registrado en el año 2000. El incremento poblacional del 2000 al 2005 fue de 5.8 millones de personas dando en promedio más de un millón 18 mil habitantes por año.
[6] Acceso vinculado a la reducción de los precios de las herramientas tecnológicas; la facilidad de uso de la herramientas (cibercafés, computadoras escolares, bibliotecas públicas); incremento de la conectividad; democratización de los agregadores de información; y acercamiento de la oferta con la demanda, entre otras causales.
[7] La AMAI, desde 1994, construyó el índice de Nivel Socioeconómico que se ha convertido en el criterio estándar de clasificación para quienes buscan impactar a las audiencias en México. En 2008, la AMAI reajustó su índice 13x6 pasándolo al denominado 10x6. Este índice denominado Regla 10x6 clasifica a los hogares en seis niveles a partir de un árbol de asignaciones considerando 10 variables: 1) Escolaridad del jefe del hogar; 2) Número de habitaciones; 3) Tipo de piso; 4) Número de baños; 5) Baños con regadera; 6) Número de focos; 7) Número de autos; 8) Estufa; 9) Número de televisiones a color; 10) Computadora personal (López Romo, Nuevo Índice de Nivel Socioeconómico AMAI. , 2008). Estas variables están consideradas dentro de seis dimensiones de posesiones y capacidades: Capital humano; planeación y futuro; tecnología y entretenimiento; infraestructura práctica; infraestructura sanitaria; e infraestructura básica. Cada año, las proporciones varían y su distribución cambia en las localidades mayores a 50,000 habitantes. Bajo esta consideración se agrupan bajo la siguiente nomenclatura: A/B (Clase Alta); C+ (Media alta); C (Clase Media); D+ (Media baja/bajo alto); D (clase pobre); E (Pobreza extrema)
[8] Entiéndase por uso, consumo y apropiación lo siguiente:
Uso de medios: referido al ejercicio o práctica comunicativa habitual vinculada con una función instrumental específica (entretener, informar, educar, etcétera) o híbrida asociada al medio. (Ver ampliación conceptual capítulo III)
Consumo de medios: Bajo esta noción se ubican a los productos mediáticos como mercancías que pueden adquirirse y proporcionar subsistencia, sentido, diálogo o abastecer líneas de relaciones sociales. Así el consumo se torna una “práctica sociocultural en la que se construyen significados y sentidos”  (Sunkel, 2002, pág. 3) y que permite comprender los comportamientos sociales ya que el consumo al llenar de sentido la vida es en sí misma una producción de sentido.
La apropiación de medios implica un tomar para sí, comprender y ajustar el sentido; un adueñarse de los mensajes contenidos en los medios y las prácticas comunicativas e internalizarlos, incorporándolos en la trama mental y en la construcción interna de la propia identidad del sujeto que consume. Esta premisa de apropiación refiere a una construcción interna de producción y aporte de sentido. La apropiación implica el identificar el impacto real del medio en las formas concretas en que se inscriben las prácticas comunicativas derivadas del uso y consumo de los medios. La apropiación se vuelve en sí misma una forma de expresión, de significación social asociada al uso de los medios. Utilización que juega un papel importante en la expansión de uso y reconformación de prácticas comunicativas cotidiana. La apropiación enlaza al objeto, al orden simbólico y lo cotidiano, recontextualizando al objeto mismo. Así como apunta Diana Sagástegui Rodríguez la apropiación es “una forma de crear significado social desde las actividades cotidianas de la vida diara” (Sagástegui Rodríguez, 2005, pág. 15). Ello implica un complejo entramado de relaciones, necesidades, deseos, posibilidades y recursos. 
[9] Es importante señalar que la diversidad de canales de distribución y la emergencia de tecnologías de información y comunicación (Televisión por cable, satelital, convergente, Internet, telefonía celular, DVD, videojuegos, redes sociales, etcétera) ha originado que muchas audiencias y usuarios que antes eran compactas se hayan fragmentado y especializado modificando la lógica de la comunicación masiva.
[10] Los nuevos procesos de comunicación derivados de la digitalización están vinculados con la creación, producción, distribución y consumo de contenidos generando con ello cambios sociales, económicos, culturales, prácticas mediadas por las TIC’s y patrones socioculturales.
[11] Teoría económica de la era digital desarrollada por Chris Anderson, editor de la revista Wired, que da cuenta de la fragmentación de las audiencias y la necesidad de identificar, no sólo a las grandes masas sino la existencia de micro nichos que se comportan de forma muy diferente aún cuando pertenezcan a un mismo rango generacional.
[12] El paso del uso de las tecnologías en el hogar dentro de la sala a la recámara o, derivada de la portabilidad, el que puedan consultarse los contenidos en cualquier momento y lugar.
[13] Como recorte del campo del mundo social planteado por Bourdieu como espacio social. Es conceptualizado por Maritza Urteaga, como “la base de principios de diferenciación o distribución constituido por el conjunto de propiedades que actúan en el universo social en cuestión, es decir propiedades capaces de conferir a quien las posea con fuerza, poder, en ese universo” (Urteaga Castro-Pozo, 2010: 32).